Hoy hablaremos sobre el estrés que nosotros nos provocamos
Las causas más comunes de estrés son los problemas laborales o situaciones familiares tensas que no están bajo nuestro control. En esos momentos podemos sentirnos vulnerables y víctimas de las circunstancias. Sin embargo, una vez que el contexto mejora, volvemos a sentirnos fuertes y capaces… pero, ¿qué pasa cuando eres tú mismo el que te provoca el estrés?
En ese caso, no es tan fácil volver a la normalidad. Cuando es tu actitud la que te está haciendo entrar en una espiral de estrés, vas a necesitar mucha ayuda para poder superarlo. Aquí te decimos tres señales a las que tienes que estar pendiente para evitarlo:
- Estás cayendo en pensamientos obsesivos: El estímulo que detonó tu estrés desapareció, pero tú sigues obsesionado con la situación. Le das vueltas una y otra vez y te obsesionas con información sobre la que ya has reflexionado durante días. No hay nada nuevo que pensar, pero tú sigues obsesionado. Esta actitud obsesiva, te causa muchísimo más estrés del que te podría causar la situación en si misma. Aprende a dejar ir la cosas.
- No dejas de pensar en el pasado ni en el futuro: Y como consecuencia, no piensas en el presente. Está bien tomarte el tiempo de analizar tu pasado y aprender de él, y también es inteligente pensar en el futuro para estar preparado. Pero cuando tu presente pasa a un segundo plano, empiezas a sentirte fuera de control y lleno de estrés.
- No respetas las horas de descanso: Recuerda que tu tiempo libre no puede irse solo en trabajar o ver televisión. Aprende a usar tu tiempo en actividades que realmente te recarguen y nutran tu espíritu. Si lo que haces es dar vueltas en la cama, realmente no estás recargándote y sufrirás más los estragos del estrés.
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